domingo, 9 de octubre de 2011

El río que se calma

Querida Helena,

Ya son 8 los meses que han pasado desde el día que llegaste hasta nosotros, y en estos 8 meses he tenido tiempo de sentirme el hombre más dichoso del mundo y el más infeliz, el más afortunado y el más desdichado. La rabia me recorría al pensar que teniendo toda la vida por delante, ésta resultó ser tan breve y te nos fuiste cuando aún no te habíamos podido empezar a conocer.

Pero el tiempo pasa, y al final todo río que se desborda acaba volviendo a su cauce, y al parecer eso es lo que nos está pasando a tu madre y a mí. Poco a poco volvemos a ser las mismas personas que éramos antes de tu enfermedad, poco a poco podemos volver a ver niños sin sentir esa garra que nos aplasta el corazón y poco a poco comenzamos a aceptar que la vida sigue, aunque a veces, nos empeñemos en nadar contra corriente para no alejarnos de aquello que se queda atrás.

Estas últimas semanas hemos intentado volver a los viejos hábitos, salir fuera, visitar otros lugares, disfrutar del sol, de la brisa, de las risas en los parques y sobre todo de la sonrisa de tu hermano, porque querida Helena, estoy seguro que a través de sus ojos y de sus labios nos observas y nos pides que sigamos adelante.

Por último cariño mío quisiera pedirte un favor, me gustaría que le dieras un beso a Alba y juegues siempre con ella. Os conocisteis en la UCI y el destino ha querido que sigáis juntas para siempre, y por mucho que nos pese contra él no se puede luchar.

Tu padre que te quiere.

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