jueves, 20 de octubre de 2011

Castillos de arena

Querida Helena,

Muchas veces cuando voy a la playa me sorprendo a mí mismo cogiendo un puñado de arena y dejandola escapar entre mis dedos. En esos momentos mi mente se vacía y todo mi mundo se llena con un único pensamiento, el tiempo se nos escapa y lo hace sin que nosotros podamos siquiera percibirlo, y es sólo cuando nos concentramos lo suficiente y dejamos al margen el resto de cosas, que vemos caer cada uno de esos pequeños granos de arena que forman el reloj de nuestra vida.
 
Lo cierto es que a mí nunca me preocupó lo más mínimo que el tiempo pasase, al fin y al cabo ser joven y tener toda la vida por delante te hace ser irresponsable en el uso de tu tiempo, ¿para que hacer algo ahora, si dispongo del resto de mi vida para hacerlo? Pero como siempre, tú me has abierto los ojos, y me has enseñado que no hay ni un segundo que perder, que grano a grano cualquiera puede levantar una montaña y darle la forma que más le apetezca.

En estos últimos 4 meses, desde el día en que te fuiste hasta hoy, he visto caer muchos granos de arena, al principio tan rápido que me entraba un vértigo inmenso y pensaba que a ese ritmo pronto me quedaría sin arena y me reuniría contigo. Más tarde, a medida que aprendía a soportar el dolor, el caudal de arena se hacía más pequeño y pronto conseguí ver caer cada grano por separado, saborear su forma, su color y entendí que mientras cada grano corre a reunirse con el resto, hay infinidad de cosas que puedo hacer, ya sea sólo, con tu madre, con tu hermano, con la familia o los amigos.

A mis pies hay ya un gran montón de arena. 37 años dan para muchas cosas, aunque no tantas como quisiera, sí muchas de las que me siento inmensamente orgulloso, teneros a ti y a tu hermano, compartir mi vida con tu madre, tener amigos maravillos y recuperar a aquellos a los que creí perdidos, pero seguían estando ahí y que tanto me han apoyado desde que te fuiste.

Ahora sólo me queda esperar, esperar que sobre mi cabeza, el montón de arena que aguarda su turno para caer al suelo sea, lo suficientemente grande para vivir una vida plena y lo suficientemente pequeño para que nunca pueda olvidarte.

Tu padre que te quiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, háblale a Helena...