martes, 20 de diciembre de 2011

5 meses son toda una vida

Querida Helena,

Hoy hace 5 meses que cerraste los ojos para no volver a abrirlos jamás, 5 meses desde la última vez que mis brazos te sostuvieron y pude apretarte contra mi pecho, 5 meses desde la última vez que sentí latir tu fuerte corazón y te oí respirar, y hoy, al igual que aquel día, mis ojos se llenan de lágrimas al rememorar la pena de no tenerte conmigo más.


Muchos dirán que cinco meses es apenas un parpadeo en la vida de una persona y yo, no hace tanto, les habría dado la razón, pero ahora, sentado ante el ordenador, tengo la amarga sensación de haber vivido toda una vida desde el momento que las enfermeras te tomaron de entre mis brazos, aún caliente, pero sin vida.


Es extraño que el mero hecho de buscar las palabras para escribir estas líneas, sea capaz de despertar ecos tan fuertes en mi memoria. Tan fuertes y poderosos que creo sentir tu piel en la yema de mis dedos, tu calidez en mi pecho y ese nudo que me cierra la garganta y me impide respirar. Es esa la garra fría, la soga áspera, el yugo pesado y solemne que me acompaña  y atenaza mi alma desde hace seis meses.


Hoy tenía el firme propósito de hablarte de la Navidad, pero debo confesar que me aterra tener que hacerlo. No sería justo que en tu primera Navidad, sólo me oyeses hablar de la amargura, de la pena y de la infinita sensación de pérdida que suponen estas fechas desde que tu abuelo se marchó, pero es así como me siento los primeros días de cada Navidad.

Tienes que entender que la Navidad es un tiempo de recogimiento, renovación y nueva esperanza, religiones aparte, la vida sobre la tierra llega a un fin de ciclo. El ocaso que supone el otoño llega a su fin y con la llegada del invierno la naturaleza toma fuerzas en secreto para estallar de repente al llegar la primavera. Los días empiezan a crecer y esa tristeza tan típica del otoño desaparece de los corazones de la gente. Un espíritu alegre y solidario se apodera de todo el mundo y las sonrisas vuelven a asomarse en las caras de los que nos rodean. Y aunque las noches son largas, es tanto el anhelo de ver el sol, que las calles de llenan de luces, convirtiendo la noche en día, invitando a todos a salir y pasear.

Cuando se es niño, se disfruta de una forma especial. Todo está lleno de magia, luz, color y sorpresas. Dulces a todas horas, tiempo para jugar y la compañía de tus padres y familiares hacen que esas dos semanas sean una fiesta continua.

Recuerdo con nostalgia la dulce alegría de ver a mis padres preparar la cena de nochebuena, colarme en su cama por las mañanas y jugar con mi padre a todas horas. El no poder dormir esperando a los Reyes Magos, o sentarme con mis padres y batir las palmas al terminar el concierto de Año Nuevo.

Pero mi padre se marchó y lo hizo muy pronto, tanto que no pudo ver como me casaba con tu madre, no pudo ayudarme a arreglar mi casa, no pudo ver nacer ni a tu hermano ni a ti y no pudo volver a encerrarse en la cocina cada nochebuena, ni atragantarse con las uvas en nochevieja. Y es por eso que, cada vez que se acerca la Navidad, siento que he perdido algo que nunca volveré a recuperar.

No quiero que pienses que para mí la Navidad es algo terrible. Al contrario, junto a tu madre hemos creado nuestras propias tradiciones, en parte mías, en parte suyas, en parte nuevas, pero en conjunto nuestras. Yo nunca le di una paliza al Cagatió, pero tu hermano es todo un experto, siempre celebré nochevieja con mi familia en casa y ahora lo hacemos con esa otra gran familia que son mis amigos del alma. y cuando era pequeño me encantaba beber Marie Brizard y Licor 43 y ahora que soy mayor lo sigo haciendo en estas fechas, aunque tu hermano tardará mucho en probarlos.

La Navidad saca lo mejor que todos llevamos dentro, pero con ello se traen los recuerdos de aquellos que ya nunca volverán. Abraza fuerte al abuelo y dile lo mucho que lo quiero y cuanto lo hecho de menos.

Tu padre que te quiere.

1 comentario:

  1. Querida Helena,

    Hace mucho que no te escribo. No es porque no me acuerde de ti o porque no busque un rato tranquilo para hacerlo. Como le dice Álex a Marty en Madagascar, no se me da bien eso de juntar las palabras.

    Como te ha explicado tu padre, al final de la Navidad llegan los Reyes. Aunque no he preparado nada material para regalarte, me he armado de valor para escribirte unas palabras salidas desde mi corazón.
    Me acuerdo de ti en los momentos de tranquilidad, cuando veo a tu hermano y sobretodo cuando veo a otros niños. Estos días de Reyes y de regalos también he pensado mucho en ti. Me hubiese gustado ver tu carita al ver los Reyes en la cabalgata, al Mag Maginet y al recogerte algún caramelo.

    Te envío un beso y un abrazo.

    Tu padrino.

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