viernes, 20 de julio de 2018

Homo homini lupus

Querida Helena,

Y ha pasado otro año sin oir tus risas, sin sentir tu piel, sin oler tu pelo. Un año es mucho tiempo y en éste último, el mundo, ha cambiado a peor. Me resulta difícil decirlo en voz alta, pero en parte me alegra que no estés aquí y veas en lo que se está convirtiendo la sociedad.
Sí, sé que suena deprimente, y sé que dirás que en parte es por culpa de la fecha que nos ocupa, el aniversario de tu partida, pero hija mía, en estos 365 días he visto a la gente a mi alrededor gritarse con odio, echarse a la cara viejos reproches o enarbolar antiguos agravios que ocurrieron antes de su nacimiento. He visto resucitar al antiguo fantasma del patriotismo nacional, al orgullo por un trozo de tela y el menosprecio por la vida de aquellos que no han tenido la suerte de nacer donde los demás.

Me alegro en parte por saber que nadie, nunca, tendrá el arrojo de llamarte traidora por no comulgar con sus ruedas de molino, de apuntarte con el dedo porque tus ojos no se llenan de lágrimas al oir una canción, que alguien, en su despacho gris, decidió representaría al conjunto de un pueblo. Cómo si eso no lo hiciese ya el propio pueblo. Me alegra saber, que allí, donde tu estás, todos sois iguales, que el color de la piel, la lengua que habláis o el nombre que dáis a Dios no os hacen diferentes.

Me alegra saber que nunca escucharás que alguien que huye de la guerra y la pobreza no merece ni nuestra ayuda, ni nuestra compasión, ni es algo que deba importarnos. Me alegra saber que nunca escucharás que remover las cunetas para dar paz a familias enteras es jugar con fuego y que sacar los huesos de un hombre de una iglesia es dinamitar un país.

Me alegra saber que nunca tendrás que ver como un país entero es rehén de la voluntad de un hombre, ya sea por nacimiento, por designio electoral o por iluminación divina. Me alegra saber que nunca verás que los mismos males que tus abuelos tuvieron que sufrir están, de nuevo a la vuelta de la esquina.

Me alegro por todas esas cosas, pero en el fondo soy egoísta y lloro y maldigo porque tú no estás, porque hace siete largos años ya que me dejaste en este valle de lágrimas. En este infierno en vida en el que el color de una bandera vale más que la sonrisa de un niño, donde escuchar un himno con la mano en el corazón es más importante que cantar las canciones que todos hemos oído en nuestra juventud, donde insultar al que no piensa como tú es una obligación, pero que insulten al que piensa como tú una ofensa.

Qué largo se me ha hecho este año amor. Ojalá tú y el resto de ángeles que estáis en el cielo podáis bajar por un día y llenar las cabezas de la gente de las cosas que realmente importan. Hasta entonces seguiré tomando fuerzas recordando el olor de tu pelo, el suave roce de tu piel y el oscuro brillo de tus ojos. Seguiré llenado de amor mi corazón con tu recuerdo, y mantendré a raya el odio preguntándome a diario que pensarías tú de mí, si me dejase consumir por la ira.

Tu padre que te quiere.

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