viernes, 29 de julio de 2011

Mare Nostrum

Querida Helena,

Estoy a solas, sentado mirando el cielo gris y plomizo sobre un pinar y me pregunto si desde el cielo podrás verme y si es así, que opinas sobre lo que hoy al atardecer, tu hermano, tu madre y yo nos disponemos a hacer.


Miro al cielo, sabiendo que a mi espalda se expande infinito el Mare Nostrum de los romanos, el mar entre tierras, el Mediterráneo. Ese mar que pronto te acogerá, acunándote en tu sueño eterno y te llevará a conocer orillas lejanas, a otras tierras, a otros pueblos.

Aún es pronto para saber el lugar exacto donde tus cenizas se fundirán en un abrazo eterno con la mar, pero supongo que sí es tarde para echarse atrás, y es que no puedo dejar de pensar
que lanzándote al mar te volveré a perder.

Mi corazón grita que no lo haga, que me aferre a lo poco que queda de ti y no te deje escapar, pero querida Helena, si algo he aprendido en estos pocos meses que compartí contigo, es que eres un espíritu libre que necesita libertad.

Así que en unas horas, tu familia enfilará el camino de ronda que nace en Calella de Palafrugell y se encamina tortuoso, bordeando el mar, hacia Llafanc. Quizás sea en la primera curva, o en un acantilado empinado, o en alguna cala escondida, donde guiados por tu mano pararemos a llorar de nuevo y a despedirnos otra vez.

Quiero pensar que siempre que esté a orillas de este mar nuestro y la brisa roce mi mejilla, serán, en realidad, tus besos los que acaricien mi piel.

Tu padre que te quiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, háblale a Helena...