lunes, 9 de julio de 2012

Sueño

Querida Helena,

Aunque pueda parecer mentira, el sueño me ha podido y casi se me pasa la hora de escribirte. Así que ahora te escribo estas pocas líneas, y tras buscar a tu hermano continuaré esta carta.

Hola de nuevo mi amor, al final el sueño me ha podido tanto que me he tenido que acostar y después ya no he tenido tiempo de escribirte. Sé que es imperdonable no acudir a la primera de mis citas mensuales a tiempo, pero esta vez el cansancio ha sido insuperable y he sucumbido a los tiernos brazos de Morfeo.

Ahora que ya estoy descansado me gustaría hablarte de una vieja tradición que tengo y que se remonta a mis días de estudiante, la de trabajar en la soledad de la noche.

Verás cariño mío, en la casa de tus abuelos el ruido era algo habitual, ya fuera por que siempre había alguna ventana abierta, o por que los vecinos eran muy ruidosos, o porque la tele siempre nos hacía compañía, lo cierto era que las horas de vigilia estaban llenas de estímulos, tantos que tu pobre padre no podía más que sucumbir, y ante cualquier excusa, dejar los libros y perder miserablemente el tiempo.

Pero entonces descubrí que estudiando de madrugada, las cosas eran más fáciles, y es que todo se reducía a un triángulo perfecto, los libros, tu padre y la radio. No esa radio típica que adoran los adolescentes, con los últimos éxitos musicales que algún experto en marketing te hace tragar hasta la saciedad. No, era una radio llena de conversaciones a media voz,  discutiendo temas interesantes, haciéndote pensar en mil y una cosas que de otra forma te pasaría desapercibidas. Ah! como disfrutaba de esas pequeñas confesiones de las almas cotidianas en las que cualquiera podía verse reflejado. Y la música que se escuchaba a esas intempestivas horas, dulces y suaves melodías, que en vez de abocarme a la modorra, conseguían hacer de mi casi inexistente concentración un instrumento afilado y mortal, con el que diseccionaba los libros de texto como un cuchillo caliente corta la mantequilla.

Es por eso mi amor, por lo que ahora, cuando necesito trabajar sin descanso, me despierto de madrugada y junto a un té caliente y con la radio como única compañera, trabajo sin descanso para finalizar, en una noche, lo que a la luz de sol me llevaría toda una vida.

Parece un gran negocio, pero en la noche de ayer tuve que pagar un alto precio, el de llegar tarde a esta mi primera cita del mes contigo. Espero que sepas perdonar a tu viejo padre, pero los años no pasan en balde y ya no sé llevar el insomnio como antaño.

Tu padre que te quiere.

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