viernes, 20 de julio de 2012

Un año sin ti

Querida Helena,

Hoy hace un año que tus ojos se cerraron por última vez, 365 amargos días sin tenerte a mi lado, pero llevándote en el corazón. En estos últimos siete días he estado dándole vueltas en mi cabeza a qué contarte en esta carta y sobre todo, en cómo hacerlo. Pero ayer, la vida me volvió a recordar que no importan los planes que uno pueda hacer, en sólo un segundo todo puede cambiar. La vida, tanto hoy como hace un año, es imprevisible.

No temas, pues nada grave ha pasado. La providencia tan sólo quiso que el coche nos diese un susto y nos recordara lo efímero que resultan los planes, que tan a menudo hacemos los mayores. A raiz de ese pequeño incidente, hoy me cuesta escribirte estas líneas con el brazo izquierdo, y probablemente pasará una temporada antes que pueda volver a subir en mi moto. Gracias a Dios tu madre y a tu hermano sólo tienen que lamentar la subida de adrenalina, las lágrimas y los nervios.

Sustos aparte, estoy aquí sentado, mientras escucho a Joan Manuel Serrat cantar a Miguel Hernández, rodeado de aquellas pequeñas cosas que tu madre y yo guardamos de ti. Nuestro pequeño tesoro lleno de tus pertenencias, la mantita-osito que aún huele a ti, el trenecito de letras con tu nombre, el DNI que nunca llegaste a utilizar, los pendientes de tu padrino, la pulsera de tu madrina, el corazón de cristal que, celoso, guarda tus cenizas y ese pequeño mechón de tu cabello, que después de tanto tiempo sigue tan sedoso como el día en que naciste.

No puedo evitar que las lágrimas se me escapen y rueden mejilla abajo, buscando la tierra en la que descansas. Juré ser fuerte, por ti, por tu hermano, por tu madre y por todos aquellos que te quieren y te han querido, pero aquí en casa, sin nadie que me vea, puedo al fin ser débil, puedo dejar de ocultarme tras esa fachada de serenidad y por una vez dejar que la pena me inunde, y la tristeza, esa amarga compañera, por fin me rebose y se escape junto con mis lágrimas.

Me da miedo abrir la caja de tus recuerdos, ya que a mis ojos, es mi propia Caja de Pandora, que en vez de albergar todos los males del mundo, contiene tu esencia, tu vida, tu espíritu. Y creo, tonto de mí, que abriéndola te escaparás, dejándome solo con mi dolor y con mi pena, que sólo quedará una caja vacía, en la que no hay nada más que tu ausencia.

Soy un hombre de costumbres, plagado de pequeños rituales, que encuentra solaz en aquello que es conocido, que es cercano. Y el mismo momento de tu partida, supe que tal día como hoy, me sentaría frente al ordenador, con todos tus recuerdos envolviéndome, oyendo a Serrat cantar la Elegía de Miguel Hernández, con lágrimas en los ojos, y sabiendo que, por muy vacío que pueda sentir el corazón, tú siempre lo llenarás con tu amor.

Tu padre que te quiere.

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