jueves, 9 de agosto de 2012

La rutina que te hace más joven

Querida Helena,

Hoy te escribo desde Ayamonte. Ya sabes tú que es la tierra de mis ancestros, el lugar que vió nacer a mis padres y del que guardo tantos recuerdos de juventud. Y son esos recuerdos, los que ahora se convierten en realidad una vez más, gracias a mi rutina diaria.

Seguro que te preguntas como puede ser posible que, por el mero hecho de seguir una rutina diaria, una persona pueda volver a sentir  aquellas viejas sensaciones de una infancia y adolescencia que llevan tanto tiempo enterradas en lo más profundo de la memoria.

En realidad es muy sencillo, basta con convertir en rutina todo aquello que, de joven, tenías que hacer por no tener otros medios y que ahora haces por el mero placer de hacerlo.

Recuerdo aquellas caminatas hasta la Villa para jugar a rol al sol de la tarde, esas carreras en bici hasta la playa para darnos el chapuzón en el Océano Atlántico, las siestas al calor del sol de agosto, tumbarse por la noche y disfrutar de la Vía Láctea atravesando el firmamento, y leer, sobre todo leer, tumbado en la toalla, sintiendo como el sol te acaricia la piel, mientras te sumerges en universos creados por la fértil imaginación de personas que nunca conocerás.

Así que ahora me dedico a hacer todas esas cosas como parte de mi día a día. Me levanto con el primer rayo de sol, salgo a pasear por todo el pueblo, mientras el sol aún está bajo en el horizonte, después chapuzón con Héctor en la piscina hinchable mientras leo la última novela que ha caído en mis manos. Almuerzo alguno de los platos de tu abuela, sobre todo pescado, acedías, atún, jureles, sardinas, y marisco, coquinas, gambas, navajas, mejillones, etc...

Después una pequeña siesta y con la bici a correr a la playa. Allí pasamos la tarde con tu tía Belli y su familia, que para mí es la hermana mayor que debería haber tenido. Nadar, tomar el sol, leer y pasear por la arena aprovechando la bajamar, y si el día lo permite, coger algunas coquinas, para soltarlas después y ver como se esconden en la arena.

Vuelta a casa, ducha y cena. Y después? Pues no lo sé, aquí acaba la rutina, si es temprano quizás salir a dar una vuelta, si no, ver la tele o salir a la terraza y contemplar un cielo plagado de estrellas, mientras el frío Levante me hace tiritar de frío.

Cualquiera diría que mis vacaciones son monótonas y rutinarias, pero a mí, cada día que pasa me hace  sentir un día más joven.

Tu padre que te quiere.

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