lunes, 20 de julio de 2020

Vita continuat

Querida Helena,

Esta carta te parecerá distinta a todas las que en estos años te he ido escribiendo. Distinta porque el mundo en el que vivimos es distinto también. Tanto el mundo en el que vivimos, como la sociedad que formamos y la vida que disfrutamos ha cambiado.
Un día nos levantamos pensando que todo seguía igual y poco a poco nos fuimos dando cuenta que todo aquello que dábamos por hecho, toda la certeza de nuestras vidas se había esfumado. Ya no éramos libres, las decisiones más básicas ya no nos pertenecían, el libre albedrío desapareció, arrebatado aparentemente por aquellos que velan por nuestros intereses, pero en realidad por una pequeña forma de vida, que como pequeños piratas invisibles habían llegado a nuestras costas, arrasando todo lo que nos era querido, y llevándose por delante a aquellos que en el ocaso de sus vidas no pudieron luchar más.

Los humanos somos una especie rara, hija mía, siempre luchando los unos contra los otros, por la más nimia de las causas, pero que ante un enemigo común, olvidamos afrentas del pasado y nos unimos por el bien común. Y eso hicimos, la sociedad se unió como nunca antes. La mayoría luchamos desde casa, confinados entre cuatro paredes para evitar que el enemigo pudiese avanzar en su conquista y tomar nuevas víctimas. Y otros, los grandes héroes, lucharon en primera línea, salvando vidas en hospitales, vigilando las calles vacías, limpiando los lugares infestados, en suma, frenando al virus que ha cambiado al mundo.

No te mentiré, los días eran largos y monótonos. Vivir entre cuatro paredes afecta a tu alma de una manera sutil, casi imperceptible. Es como un susurro en el límite de la audición, al principio no lo oyes, pero sabes que debe estar ahí, y poco a poco, vas siendo consciente de su presencia, hasta que lo único en lo que puedes pensar es en él, y en que no puedes escapar de él. Y éso, hija mía, te consume y te cambia, te cambia ya sea para bien o para mal, pero te cambia.

Gracias a Dios, no hay mal que cien años dure, y poco a poco, el virus fue cediendo. Lo que parecía imposible, llegó, y volvimos a ser libres otra vez. las calles se llenaron de nuevo de vida, ruido y alegría. Y la gente explotó. Toda esa energía guardada en nuestro interior se desbordó y olvidamos las penurias de los últimos meses, nadie aprendió nada.

Los más jóvenes no aprendieron que el precio de su irresponsabilidad lo pagará los más mayores, los adultos no entendimos que el enemigo no ha sido derrotado y que la vida nunca volverá a ser igual, los que lucharon en primera línea miran atónitos como sus sacrificios han sido en vano, y exhaustos como están, temen que nos les queden fuerzas en la próxima batalla. Y aquellos que nos gobiernan, en vez de prepararnos para el siguiente choque inevitable, se han dormido en los laureles, y ahora, volvemos a asomarnos al abismo.

Querida mía, el futuro es incierto, siempre lo ha sido y siempre lo será. Este virus, este maldito COVID-19 nos ha hecho ver que no somos el centro del Universo, que la vida en este mundo es algo más que nosotros, así que la vida continuará, con nosotros o sin nosotros, nadie mejor que tú para saberlo.

Tu padre que te quiere.

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