jueves, 25 de agosto de 2011

Al calor del Sur

Querida Helena

Ya estamos en Guadix, la tierra de tu madre y toda su familia. Es un sitio singular, un oasis verde en medio de un desierto tostado por el sol, una depresión verde en el altiplano que los propios accitanos llaman La Olla.

Esta tarde, cuando el sol decida descansar, y la tarde comience a refrescar, nos dirigiremos al Caño de San Antón, esa fuente que ha protagonizado tantos recuerdos de juventud de tu madre, que con sus aguas riega los campos de la vega, haciendo brotar el verde por donde quiera que pasa, que trae la vida al yermo suelo.

Será allí, donde por tercera y última vez dejaremos que emprendas vuelo, que tus cenizas sean arrastradas por el caño y se diseminen por los campos en los que jugaban tu madre y tus tías y tus abuelos antes que ellas.

Quién sabe, quizás al llegar las primeras lluvias del otoño, parte de ti se vea arrastrada hasta el cauce del Río Seco, y quizás ocurra otro milagro de la primavera, y con los primeros deshielos, el río salga y te lleve perezoso, de río en río, hasta el mar.

Sea como sea, hoy lloraré otra vez, mi corazón se volverá a partir y al cerrar los ojos volveré a recordar tu suave piel.

Tu padre que te quiere.

1 comentario:

  1. Querida Helena:
    Nunca encuentro el momento de volver a decirte algo, aunque me vaya acordando de ti en muchas ocasiones. Pensé en ti en mi paso por Despeñaperros, lamentando que no se te haya brindado la oportunidad de quedarte sorprendida al ver semejantes formaciones rocosas. En varios momentos de Jaén primero y de Córdoba después. Al regreso de vacaciones y al volver a la playa miraba el Mediterráneo, obligando a mis ojos a ver más allá del horizonte, buscándote. Ese Mediterráneo que no volverá a ser el mismo.
    Vuela Helena, vuela.
    Mª Carmen

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